sábado, 28 de marzo de 2009

64. Bingo.

Lo prometido es deuda. Hoy os voy a contar la experiencia que vivimos en el bingo.
Como todos los domingos por la noche, al llegar a Cartagena, Edu y yo nos fuimos derechitos a la casa de Pedro, Ana Alicia y Lorkino. Llevábamos tiempo queriendo ir al bingo, y por fin, llegó el día. A todos les parecía absurda la idea de codearnos con personas de avanzada edad, por eso solo terminamos yendo la Ana Alicia, el Edu y yo.
Una vez dentro, éramos el centro de atención, pero no porque fuésemos los más jovenes de la sala, sino porque era practicamente imposible pasar desapercibido con el Edu entre nosotros. Aunque tampoco podemos olvidar la irresistible tentación que el Edu crea sobre las mujeres maduras como... que se yo... Carmen Romero, por ejemplo. En realidad no había mucha gente jugando, la suficiente para que el bote ascendiera al rededor de 50 euros.
Sin duda alguna el mejor momento de la noche, fue ver la cara del Edu cuando le cambiaron un billete de 50€ por otro igualito a ese pero del monopoly. Os explico. Las personas que reparten los cartones van muy deprisa y no tienen tiempo a devolver cambio, fue por eso que quitaron el valioso billete de las sucias manos del Edu y le obsequiaron con un falso y colorido billete de juegos. Dentro de mi comenzó a crearse una sensación extraña pero muy, muy conocida al ver la su cara. Risa. Mientras tanto, desconcertado, el Edu se preguntaba que pasaría, hasta que al fin, le dieron su ansioso cambio una vez empezado el bingo.
Estos videos grabados por el mismisimo Edu demuestran nuestra presencia en el bingo, y cómo un viejo de la mesa del al lado no dejaba de mirarnos. Bueno, se relamía la lengua mientras miraba al Edu, pero no le dimos importancia.





Al final de varias partidillas, ¿a que no adivinais a quién le toco el bingo? Al Edu. Le trajeron sus 40 y pico euros en monedas en una bandeja. Y le dijo la mujer: "Bueno, ahora es cuando el ganador deja la volundad de propina". Comenzó a coger monedas... y solo dejó las marrones, como se suele decir. Yo hubiera hecho lo mismo.
Despues de aquello llegó el momento de celebrarlo invitandonos a cenar al chino. Y así fue. Solo había pasado una semana desde que me rei de la chinica en su cara y ya estabamos otra vez allí. Nos regalaron un chupito de licor de mora o algo así, y ya conoceis al Edu, casi acabamos con la botella entera.
Fue una bonita noche para todos.

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